Si
continuamos por la calle Carrera de San Jerónimo, saliendo precisamente por la
Casa Allende, situada en una de las esquinas de la Plaza de Canalejas, un
pequeño cartel nos da a conocer el hecho de que el primer cinematógrafo fue
presentado en Madrid en el desaparecido Hotel de Rusia, junto al que hoy es el
Teatro Reina Victoria. Sin embargo, a principios del siglo XX, las películas
comenzaron a proyectarse en lo que se conocía como “salones”. El Cine Doré fue
uno de los primeros. Situado en la calle Santa Isabel 3, relativamente cerca de
la estación de Atocha, este edificio tiene el poder de trasladarse a aquella
época en la que el cine empezaba a hacerse un pequeño hueco en el tiempo libre
de los españoles. Su impresionante fachada tiene mucho que ver. De estilo modernista,
sus arquitectos consideraron que se mantendría dentro de la línea del resto de
edificios que por aquel entonces comenzaban a resurgir en la capital. Además,
la mayoría de los locales cinematógrafos se caracterizaban por sus ostentosas
fachadas, por lo que se estimó que sería una buena idea de acercar la
influencia de otros países a la ciudad.
Contaba
con una capacidad de 1.250 espectadores. En sus dos plantas, estos podrían
disfrutar de un jardín o relajarse en una sala para fumadores. Al adquirir su
actual nombre en 1923, once años después de su inauguración, comenzó a dotarse
de gran fama, hasta convertirse en un negocio rentable. Esto sirvió para llevar
a cabo una remodelación de su interior. Las proyecciones más reclamadas no
fueron precisamente las españolas. La
música jugaba un papel muy importante, y las películas estaban acompañadas por
una orquesta y los coros de los artistas más prestigiosos de esos años.
No
obstante, el éxito fue más bien efímero, y a partir de la década de los
treinta, el Cine Doré quedó relegado como una sala de restreno. La causa de tan
repentina caída se debió a un factor más bien externo: el declive del barrio en
el que se encontraba, y hoy en día aún se encuentra, situada: el barrio de
Antón Martín. Durante años, este permaneció abandonado, conociéndose por todos
como el Palacio de las Pipas, hasta que en 1982 fue declarado edificio de
interés arquitectónico. Como tal, debe ser protegido y conservado. Hoy en día,
pertenece al Ayuntamiento de Madrid y se utiliza como lugar de proyecciones de
la Filmoteca Española con el fin de recuperar el que fue uno de los cines más
antiguos y singulares de Madrid.
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